Para la naturaleza nada es basura.
Cuando caminas por los bosques, ¿te has dado cuenta de esa tierra negra y húmeda? Bueno, esa tierra no siempre estuvo ahí, existió algo antes que eso. Miles de hojas, abono y otro tipo de orgánicos se descompusieron, y a través de él gran trabajo de los microorganismos, se transformaron en esta tierra rica y fértil.
Así es cómo funciona el vermicompostaje, que a través del trabajo de microorganismos y nuestras queridas lombrices, los restos orgánicos se transmutan y crean el humus, fertilizante por excelencia.
Es mas, el compostaje nos permite crear una tierra fértil que fortalece y nutre las plantas de nuestros huertos. Todo esto a través de la descomposición de lo que creíamos BASURA. Porque la verdad es que la basura no existe, es un problema de diseño - frase típica y trillada que hemos escuchado por muchas partes, pero no puede ser más cierta.
Según estudios realizados por el programa Reciclo Orgánicos del Gobierno de Chile, un 58% del basurero de los chilenos son restos de materia orgánica (más popularmente conocido como las cáscaras y tallos de verduras).
Cuando pelamos la zanahoria para hacer la tortilla, o quebramos la cáscara de los huevos del desayuno, tenemos una decisión de vida o muerte: lo botamos y se va al infierno de los vertederos, o les permitimos transformarse en algo mejor (todos deberíamos tener una oportunidad, cierto?).
¿Y qué pasa realmente cuando botamos los restos orgánicos?
No se si habrán escuchado algo llamado calentamiento global que nos va a afectar a todos. Cuando lo orgánico se va a vertederos, se compacta sin la presencia de oxígeno, liberando gas metano, uno de los gases de efecto invernadero que aportan al calentamiento global.
Qué simple y barato es hacer las cosas bien. Para compostar no necesitamos grandes conocimientos (está todo en internet o en nuestro manual), ni tampoco máquinas de último modelo, solo necesitamos las ganas.
Si todos supiéramos qué pasa cuando botamos ese tomate al basurero, que distinto sería.
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